Cómo ayuda el branding en la estrategia de un pequeño negocio

Trabajar el branding en un pequeño negocio resuelve muchos problemas.

La saturación del mercado y un consumidor cada vez más profesional, hacen que cada vez resulte más difícil vender.

Por tanto, no podemos seguir utilizando las fórmulas del pasado para captar la atención del consumidor de hoy.

Nos toca ser valientes, imaginar, probar y experimentar.

Necesitamos crear tiendas con personalidad, con alma, con el encanto que solo las personas pueden dar a las cosas y con las facilidades y comodidades que la tecnología nos ofrece.

Y el branding, combinado con las herramientas adecuadas de marketing, nos ayuda a conseguirlo.

En este Blog encontrarás todo lo que necesitas saber para adaptarte a la realidad actual.

Hay grandes oportunidades para la tienda independiente que sepa cubrir el hueco que hay en el mercado.

Pero es indispensable que la propia tienda se convierta en una marca.

Es más, es necesario orientar toda la estrategia de la tienda a crear una marca.

Tenemos que empezar a contar historias interesantes para el cliente desde el punto de venta, hacerle disfrutar del momento de compra.

Habrás oído muchas veces que las tres claves principales en los bienes inmuebles son: ubicación, ubicación, ubicación.

Bien, pues las tres claves del sector retail son: diferenciación, diferenciación y diferenciación.

La gran pregunta a la que debes enfrentarte es ¿Por qué deberían comprarme los clientes?

Entender el branding te ayudará a responder.

¿Qué es el Branding? Significado y evolución.

El branding es la disciplina encargada de la creación y gestión de marcas.

“Branding es la gestión inteligente, estratégica y creativa de todos aquellos elementos diferenciadores de la identidad de una marca (tangibles o intangibles) y que contribuyen a la construcción de una promesa y de una experiencia de marca distintiva, relevante, completa y sostenible en el tiempo”.

Una vez que sabemos lo que es el branding nos falta definir lo que es una marca y qué elementos la forman, para diferenciar lo que es el proceso de construcción y gestión estratégica, de lo que supone el objeto de ese proceso.

Dentro del marketing encontramos definiciones de marca como:

“Un nombre, término, diseño, símbolo, o alguna otra característica que identifique el bien o servicio de un vendedor y que lo diferencie de otros vendedores”.

Seguramente, esta definición se acerca mucho a lo que tú entiendes como marca; un nombre, un logo, una tipografía… Que te hace reconocer rápidamente un determinado producto, servicio, establecimiento, etc.

Sin embargo, esta definición no es del todo completa.

Para Kotler, considerado uno de los padres del marketing, las marcas “representan las percepciones y los sentimientos que tienen los consumidores sobre un producto y sobre su desempeño: todo lo que el producto o servicio significa para los consumidores. En el análisis final, las marcas existen en la mente de los consumidores”.

Esta definición se acerca mucho más al concepto actual de marca.

Nos habla de sentimientos que surgen en nuestra mente.

Esto se ve muy bien cuando llevamos el concepto de marca a una ciudad, un equipo de futbol, un cantante, una película o un actor… Piensa en las pasiones que despiertan.

También se pueden ver esos sentimientos en productos como Coca Cola, Mahou, Audi, Chanel Nº 5…

Y, exactamente lo mismo, ocurre con establecimientos como Starbucks, Ikea, Apple Store…

Ves que, más que de productos, personas o tiendas, hablamos de lo que hacen sentir a los consumidores.

Tal vez, para ti todos estos ejemplos están muy alejados de la realidad de tu negocio pero el concepto es el mismo.

Tus clientes también pueden amar tu tienda.

Para entender mejor lo que supone una marca y lo que debemos tener en cuenta a la hora de pensar en ella, vamos a ver cómo ha evolucionado el branding a lo largo de los años.

El concepto de marca ha evolucionado significativamente en los últimos 50 años, igual que lo ha hecho el mercado, convirtiéndose en global, los medios de comunicación, con la aparición de Internet, y la misma sociedad.

La palabra “brand” proviene del escandinavo antiguo brandr, que significa “quemar” y que fue introduciéndose en el resto de lenguas anglosajonas.

Antiguamente, se utilizaba el fuego para identificar posesiones.

El ejemplo más claro es el acto de marcar al ganado para demostrar la propiedad del mismo.

También se utiliza esa misma estrategia de diferenciación y atribución, en vasijas etruscas, griegas y romanas.

Otros autores identifican el origen de la marca comercial en los gremios de artesanos de la Edad Media.

A finales del s. XIX, la palabra “Brand” comienza a usarse en el proceso de registro de marcas, como protección legal de los atributos físicos y funcionales de los productos.

Aparecen enseñas como Coca Cola, Opel, Singer, Kodak, American Express, Kellogg´s, Colgate, Levi´s Strauss, Good-year, etc., que extienden a vehículos de reparto o documentos de facturación.

Más tarde, los productos y servicios comienzan a asociarse a ideas, promesas, beneficios emocionales, deseos…

Surgen las agencias de publicidad como sistema de comunicación de las empresas.

En 1980 comienza a usarse la palabra marca, no solo para referirse a productos y servicios sino también para denominar a las marcas corporativas.

Aparece la identidad corporativa, el sentido de pertenencia y la vinculación de empleados y consumidores a la cultura de la empresa.

Como ves, la evolución que se ha producido, pasa de identificar la procedencia mediante un símbolo, a un conjunto de significados y experiencias mucho más complejas de la marca.

 

El branding se refiere a la gestión de la marca.

 

Dentro de la estrategia de gestión de un negocio, primero habrá que definir la estrategia de branding, que sienta las bases de lo que será la estrategia de comunicación y marketing posterior.

¿Por qué trabajar la marca en un pequeño negocio retail?

El retail branding supone la gestión de la marca en un negocio minorista.

Como ya sabes, en retail la marca se refiere tanto a los productos que se venden en la tienda como a la propia fórmula comercial.

Ofrecer producto o servicio de calidad ya no resulta diferencial.

Ahora resulta imprescindible encontrar «el atributo» que te hace único e igual de imprescindible resulta saber comunicarlo.

El Branding es la forma en que haces sentirse a tus clientes… Simple y complicado a la vez… ¿No crees?

Se trata de ponerle alma, corazón y sentimientos a tu negocio, humanizarlo y conectar emocionalmente con tu público, ofreciéndoles un negocio con “personalidad”, con el que puedan identificarse.

Seguro que uno de tus mayores deseos es que tu esfuerzo, tu compromiso y tu dedicación con tu negocio y tus clientes, se vea recompensado con una empresa que funciona, que gusta y, por supuesto, que da beneficios.

Pero las cosas han cambiado, de hecho lo único que permanece inalterable es el cambio.

Lo que hace diez años funcionaba ya está en el olvido y lo que funcionaba hace dos ya está obsoleto.

El público quiere más, no quiere comprar sólo productos o servicios, quiere experiencias y por tanto, la necesidad de ser diferentes se hace esencial.

El Branding le aporta identidad a tu negocio, alma, valores y reputación.

Comienza con un nombre pero se va desarrollando con cada acción.

La imagen del establecimiento, lo que publicas, tu actitud con los clientes, el tono de tu negocio… Conforma una personalidad que hará que el público te elija o no.

Y combinada con el Marketing, esa identidad tendrá voz, un mensaje que debe conectar emocionalmente con el consumidor, una historia, una forma de vivir, de sentir y de comunicarse.

 

Tener claro el “por qué” y el “para qué” de tu negocio te permite innovar y reinventarte, adaptarte a los cambios del entorno sin perder el norte, tu misión y los valores que defiendes con pasión.

 

Está claro que cuando eliges los productos o servicios que vas a comercializar, estás poniendo tu criterio al servicio de clientes que tienen tus mismos gustos, valores, aficiones, etc.

Además, estás aportando un formato particular; tu establecimiento, tu atención al cliente, tu presentación, tu comunicación… Deben añadir un valor diferencial que cale en la mente de tu público.

Por tanto, trabajar tu marca, mediante estrategias de Branding, es comunicar tus diferencias, tus peculiaridades, tu forma de ser y de hacer, lo que actúa como un imán que atrae clientes a tu negocio.

Definir, desarrollar y gestionar tu marca es el mejor elemento diferenciador frente a la competencia de precio.

Cómo hacer branding en un pequeño negocio minorista.

Tu negocio debe transmitir la pasión y el amor con que una madre cuida a su hijo.

Todo en tu negocio le habla directamente al cliente y le comunica si realmente es verdad esa entrega en lo que haces o solo buscas una mera transacción.

Debemos empezar a pensar en la venta como un acto de comunicación con el cliente, donde lo más importante es entender sus necesidades o problemas, poniéndonos en su piel, para ayudarle en su satisfacción.

Para lograr que te compren, en un momento como el actual, donde todo lo que el consumidor necesita está en la palma de su mano, hay que conectar emocionalmente con sus deseos, con sus sueños e inquietudes y dar más y mejor que tu competencia.

La valentía, la curiosidad y el interés que pongas en servir a tus clientes, es lo que realmente marcará las diferencias.

 

Tratar tu negocio o incluso tu persona como una marca tiene grandes beneficios en cuanto a la diferenciación.

 

El branding define tu personalidad y conecta emocionalmente con tus iguales.

Las personas nos movemos más por emociones que por razones, por eso es tan importante la conexión emocional con el cliente.

Construir una marca con valor, genera reconocimiento y crea hábitos.

El cliente es el verdadero jefe de todo esto, es quien cierra negocios y también quien los encumbra.

Y tú, tienes uno de los trabajos más difíciles del mundo y también uno de los más apasionantes, porque te permite desarrollarte en muchos ámbitos.

Ahora tienes la oportunidad de hacer las cosas de otra manera, de creer que otro comercio es posible y formar parte de su creación.

Tu labor es hacer ver a tu cliente que has comprendido que las reglas del juego han cambiado y estás dispuest@ a formar parte de este nuevo escenario.

Por una parte se reduce el pastel y por otra somos más a la mesa. Esta es la realidad del pequeño comercio actual.

¿Hay solución? ¿Vamos a morir todos?

De nosotros depende, de nuestra forma de pensar y de afrontar el futuro.

Si apostamos por dar soluciones diferentes a las necesidades del cliente e invertir en la diferenciación del negocio para hacerse un hueco en el mercado, las opciones son viables.

Diferenciarse es la clave.

En un mundo como el actual donde la información es tan abundante, lo que realmente escasea es la atención.

Cuando los impactos comerciales nos llegan por todas partes, dejamos de prestarles atención, nos aburren, nos cansan y nos provocan desconfianza.

Es decir, todo lo contrario de lo que pretendemos.

De modo que tendremos que utilizar otras técnicas para conseguir la atención de nuestro público.

¿Cómo podemos conseguir atención con un pequeño negocio local, que compite con todos los grandes a nivel nacional e incluso internacional?

La respuesta está en ser y mostrarse diferente.

La solución para el pequeño comercio está en salir de la comparación.

Si tus productos o tus servicios pueden ser comparados a golpe de clic estás perdid@.

Debes ofrecer una experiencia incomparable para que el público se fije en ti, pruebe tu experiencia y desee repetirla y comentarla.

Para que no te comparen con tu competencia debes conseguir salir de lo racional e instalarte en lo emocional.

Optimizar todos los puntos de contacto con tu cliente para que, lo mire por donde lo mire, sepa que contigo obtiene más por menos.

Valores como la creatividad, la cercanía, la empatía, la amistad, la pertenencia, el buen gusto, la sensibilidad o la entrega, son los que salvarán al pequeño comercio que sepa utilizarlos, porque nada de esto se puede introducir en un comparador y sacar conclusiones.

Es aquí donde surge la gran oportunidad frente a los grandes, a los que resulta muy difícil transmitir este tipo de valores.

El consumidor prefiere comprar en establecimientos donde obtiene mayor beneficio por lo que paga, y ese beneficio extra debe ser emocional.

Esto te exige el esfuerzo de llegar a la esencia de tus productos o servicios para definirte.

Tienes que poder definir la esencia de tu negocio de una forma simple.

Definir la idea con la que quieres que se quede tu público y tener la capacidad de hacerlo de forma clara y concisa.

El cliente no busca precios bajos, lo que en realidad quiere es más por menos; más diseño, más detalles, mejores experiencias de compra, personalización, soluciones…

Por tanto, es el momento de tomar decisiones y no tener miedo al fracaso.

Lo primero será entender al cliente y conseguir que tanto sus gustos como su forma de vida y sus valores se vean reflejados en la tienda.

Solo puedes tener éxito aportando valor añadido en torno a tu producto o servicio, es decir, diferencia, diseño, comodidad, servicio, presentación, conocimiento…

El cliente va a pagar siempre un precio razonable por el máximo valor y experiencia de compra que pueda encontrar.

Para poder ofrecer el máximo valor a tu público es necesario conocerle a fondo.

Solo así podrás adecuar el surtido, los procesos, los servicios y el modelo comercial a sus necesidades y deseos.

Conociendo verdaderamente a tu cliente tendrás muy claro a lo que no está dispuesto a renunciar y podrás optimizarlo continuamente.

De esta forma lograrás clientes fieles que no pueden prescindir de tu oferta porque encaja perfectamente con sus requerimientos.

Fidelizar al cliente debe ser algo más que mantenerlo rehén de descuentos en compras futuras, porque no hay mejor publicidad que la de un cliente satisfecho y eso requiere algo más que un cupón de descuento.

Cuando el cliente entra en contacto con tu negocio se pone en marcha un proceso a través del cual vive una experiencia, incluso antes y después de la compra.

Este proceso se compone de una serie de puntos de contacto del cliente con tu negocio que pueden ser tanto físicos como digitales.

A través de este proceso y de la experiencia que el cliente vive, podrás conseguir la fidelidad del comprador o su abandono para siempre.

Por eso, es importante no dejar nada al azar o a la improvisación y diseñar el viaje que el cliente hace y la experiencia que queremos que viva en cada uno de los puntos de contacto.

Asegúrate de priorizar la relación precio-experiencia porque será así como estarás más cerca de la fidelidad.

Para mejorar la experiencia de compra de tu cliente es importante pensar en cómo puedes reducir el esfuerzo que el cliente debe hacer para comprate y a la vez qué soluciones u opciones innovadoras e imaginativas pueden ser de su interés.

Por supuesto, la tecnología es un gran aliado para mejorar toda la experiencia a través de la omnicanalidad y debes utilizarla adaptándote a tu tipo de cliente.

 

Ver tu negocio como una marca compuesta por una serie de atributos, una promesa diferente hecha a un determinado público y basada en una experiencia memorable en cualquier punto del proceso de compra, es lo que el cliente fija en su cerebro.

 

Este conjunto, compone la posición que vas a ocupar frente a la competencia en la mente de tu cliente, lo que condiciona directamente sus decisiones de compra.

Si eres capaz de ganar la batalla en la mente del consumidor, juegas con ventaja.

Son los argumentos intangibles los que generan fidelidad y confianza, puedes ofrecer un descuento o un regalo y el cliente, sin duda, te lo agradecerá pero esto no es original ni único.

Lo que realmente quedará en la memoria del cliente son los momentos especiales, las experiencias que le hayan resultado verdaderamente gratas.

Los atributos y emociones que el subconsciente del consumidor relaciona con tu marca son tu posicionamiento.

Y todo lo que haces para lograr un posicionamiento determinado y diferente es branding.

Transmitir una historia, con carácter y personalidad es lo que te hará destacar como un espacio único y será lo que te permita conquistar el corazón y la mente de tu cliente, consiguiendo así fans más que clientes.

Para diseñar este viaje de interacción del cliente con tu negocio hace falta tomar distancia y mirar tu negocio desde los ojos de tu cliente.

El día a día muchas veces no nos deja ver la realidad y tendemos a pensar que lo nuestro es lo mejor.

No llegamos a entender cómo puede la competencia superarnos con todos los defectos que tiene.

Para superarnos a nosotros mismos es necesaria la crítica constructiva, solo así podremos probar cosas nuevas e innovar.

Cuando buscamos diferenciación tenemos que probar cosas nuevas porque probar es innovar e innovar es diferenciarse.

Este diseño de marca de nuestro negocio debe tener un sentido global.

Aquí no sirven parches para atraer clientes a corto plazo, voy a hacer una promoción, a cambiar el escaparate o a pintar y cambiar el mobiliario de sitio.

Un proceso de branding supone una planificación global, analizar y definir todos los puntos de contacto con tu cliente desde que te conoce hasta que no puede vivir sin ti.

Debes pensar hasta en lo que te pueda parecer más insignificante; el envoltorio, las bolsas, el papel del ticket, olores, texturas, colores, música, vídeo, juego…

Adapta casos de éxito de otros sectores y no vayas detrás de tu competencia copiando.

No te centres en abrir una tienda, un comercio, un bar o una peluquería, pon el foco en crear una marca.

Gestiona todo lo que haces con el fin de lograr determinadas emociones en la mente del cliente.

Da rienda suelta a tu imaginación, siente y vive tu negocio… Disfrútalo y harás disfrutar a los demás.

Los clientes son cada vez menos fieles a quienes no les aportan nada más que el producto, de modo que los sustituyen por otros parecidos que les ofrezcan mejor precio.

La compra por impulso está desapareciendo, el consumidor cada vez se piensa más lo que compra y lo analiza desde todos los ángulos.

Por eso es tan importante trabajar los intangibles, porque llegan a la mente del consumidor de formas no habituales y son determinantes a la hora de que se decida por comprar en un lugar o en otro.

Pasos a seguir para integrar el branding en tu negocio.

Como ya sabes, para llegar de un punto A a otro B es necesaria una estrategia que nos indique los pasos a seguir.

Lo hemos visto en la estrategia de gestión y el branding es una parte de la estrategia empresarial.

El branding es todo lo que hacemos para conectar la estrategia del negocio con la experiencia del consumidor y convertirlo en preferencia y lealtad.

Para definir tu estrategia de branding y pasar de ser un pequeño negocio más, a uno perfectamente diferenciado de otros similares y lograr una conexión mucho más potente con los clientes, debes tener en cuenta una serie de pasos:

Conocer a tu cliente ideal.

El cliente ideal es aquel que tiene motivos para preferir tus productos o servicios ante tu competencia.

Esta motivación surge cuando el por qué de tu negocio conecta con el por qué compra tu cliente.

Y esto solo ocurre si eres capaz de seducir emocionalmente a tu cliente a través de tu marca.

Ten en cuenta que el cliente no compra productos o servicios, lo que en realidad compra son soluciones para sus problemas o deseos.

Y, obviamente, para ser capaz de ofrecer soluciones adaptadas a sus necesidades cuanto mejor lo concozcas más efectiva será tu oferta.

En realidad, los clientes compran por una combinación de muchas variables.

Lo que ofreces tiene que ser bueno, pero además diferente, necesario o importante para ellos y tener un precio adecuado.

Por eso es necesario identificar segmentos del mercado que te permitan adecuar “tu fórmula” a sus necesidades y expectativas.

Identificar un área donde puedas ser mejor que los demás y crear una solución enfocada a tu público.

Se trata de conseguir constantemente darle al cliente, no solo lo que espera, sino además sorprenderle, anticipándose incluso al nacimiento de sus necesidades para robarles el corazón.

Una vez definido tu cliente ideal, es necesario hacer un ejercicio de reflexión.

Es algo imprescindible antes de definir cualquier estrategia.

Aunque siempre queremos ponernos a hacer cosas rápidamente, antes es necesario pararse y pensar.

Pensar sobre nosotros mismos, algo que ya hemos hecho en nuestro proceso de selfcoaching.

Aquí lo pondremos en relación con la definición de la personalidad del negocio.

Está claro que un negocio se nutre siempre de la personalidad de sus impulsores.

Pero esa personalidad es algo que si no definimos de forma proactiva, se quedará flotando en el aire sin dirección y no podremos utilizarla para conectar con el cliente.

Por eso es necesario escarbar en nuestro interior y definir qué es lo que nos mueve.

No hay nada más innovador que ser uno mismo.

De esta forma podremos definir conceptos importantes:

 

  • Nuestra cultura como negocio; los valores y modelos de conducta que nos impulsan a hacer lo que hacemos, aquello en lo que creemos con pasión.

 

  • Nuestra filosofía de negocio, lo que queremos llegar a ser y cómo hacemos las cosas para conseguirlo.

 

Teniendo esto claro seremos capaces de definir el por qué de nuestra existencia como negocio.

Cuando nos preguntan a qué nos dedicamos, todo el mundo sabe lo que hace; tengo una tienda de ropa donde vendo moda femenina preciosa, por ejemplo.

A veces podemos llegar a decir cómo lo hacemos, cuál es nuestro valor; además atiendo a mis clientas de forma personalizada y les doy buenos consejos de estilo.

Esto está muy bien, ya estamos ofreciendo algo más que muchos otros.

Pero… ¿Es inspirador? ¿Es suficiente para conectar con tu cliente?

¿Qué ocurre si descubres tu propósito? Y no me refiero a ganar dinero, eso es un resultado.

Me refiero a lo que te motiva a la hora de elegir los productos o servicios que comercializas, a la hora de ayudar y servir a tus clientes.

Ese propósito puede ser fruto de tu historia personal, de tus vivencias, de tus viajes, de tus inquietudes, o quizá de la evolución histórica de tu negocio, éxitos, fracasos…

Tal vez, siguiendo el ejemplo, es que encuentras en la moda un vehículo para expresar el estilo, la elegancia, la comodidad, el estatus…

Tal vez, puede ser un vehículo para proteger el planeta, mediante una moda sostenible.

O quizás busques inspiración en lugares exóticos, como una forma de exteriorizar tu pasión por descubrir otras culturas.

O te gusta ir contracorriente y desafiar lo establecido…

Cada uno debe descubrir su propósito y saber transmitirlo.

Esa es la clave de la conexión emocional.

Al mismo tiempo tendremos que reflexionar sobre el entorno de nuestro negocio.

La competencia, las tendencias actuales, hacia dónde va el sector.

Y en qué posición estamos en relación a los demás.

Conocer nuestras fortalezas y las oportunidades del entorno.

Así como nuestras debilidades y las amenazas exteriores.

Un DAFO, nos permitirá hacer un diagnóstico de nuestra situación para tomar decisiones estratégicas.

A partir de esta reflexión ya estamos capacitados para definir los objetivos que más nos interesa conseguir.

Seguimos con nuestro proceso de branding.

Ya estamos en situación de decidir el posicionamiento que queremos lograr, el espacio que queremos conquistar en la mente del consumidor.

Y, además ya podemos definir el perfil de nuestra identidad como negocio, es decir, podemos transformar nuestra personalidad como negocio en los atributos y valores que nos definen como marca, para poder proyectarlos a nuestro cliente a través del marketing y la comunicación.

Habremos definido nuestro mensaje, quienes somos, en qué creemos y por qué hacemos lo que hacemos.

A partir de este perfil también nos resultará más fácil definir nuestra identidad visual.

El aspecto externo de nuestra personalidad.

El diseño del punto del venta, el packaging, el logo… Todo tiene que transmitir cuál es la razón de tu existencia.

El resultado final de todo este proceso de branding es la imagen de tu negocio, donde unes los productos y conceptos, con las percepciones y experiencias del cliente.

Esto es lo que nuestro cerebro identifica como marca.

El proceso de branding facilita el reconocimiento y la visibilidad de tu negocio, y, por supuesto, ayuda a vender.

Facilita la fidelidad de tus clientes al sentir una conexión mucho más fuerte con tu identidad.

En definitiva, hace tu negocio más fuerte y menos dependiente de tu competencia.

Así de importante es incorporar el branding en tu negocio.

Lo que nos mueve es la emoción, no la razón.

Estudios científicos han demostrado que si los centros emocionales de nuestro cerebro resultan dañados, no solo perdemos la capacidad de llorar o reir…

Perdemos la capacidad de tomar decisiones.

Es la emoción la que nos lleva a la acción, la razón solo hace que saquemos conclusiones.

Antes de comprender, sentimos.

De ahí la importancia de conectar con las emociones de la gente, como una forma de quitar presión a las decisiones.

La emoción siempre es mucho más enriquecedora.

Las emociones son una oportunidad estupenda de entrar en contacto con los consumidores.

Dylan Evans divide las emociones en primarias y secundarias.

Las primarias son breves, intensas e incontrolables.

Son la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, la sorpresa y el asco.

Las emociones secundarias combinan la cabeza y el corazón y son de carácter social, necesitamos a alguien más para que se produzcan.

Son el amor, la culpa, la vergüenza, el orgullo, la envidia y los celos.

El amor es un estado emocional muy potente, un elemento que forma parte de casi cualquier disciplina; el arte, la ciencia, la filosofía, la religión…

Y también el marketing, las ventas y, por supuesto, el branding.

Una marca que tenga en cuenta los pequeños detalles, las sorpresas, la diversión, el cariño, la alegría, el servicio, el cumplimiento de las promesas, el aporte de valor… Está llevando a cabo actos basados en el amor, como ocurre en cualquier relación de pareja.

Cada cliente con el que tratamos es un ser humano, no es una cifra más, una venta más, un objetivo más…

Si lo tratamos con amor y respeto, nos corresponderá.

Hay muchas formas de amor y una de las más sólidas es una comprensión mutua.

Amamos a nuestra familia, a nuestra pareja, a nuestros hijos…

Pero también amamos una ciudad, un equipo, una experiencia, una causa…

Y amamos las cosas que poseemos, como una forma de expresarnos a través de ellas.

De la misma forma podemos amar a una marca y una marca puede amar a su cliente.

Mantener un contacto permanente con el consumidor, preocuparse de entenderlo, dedicarle tiempo… Es el amor puesto a trabajar.

¿Qué genera ese tipo de lealtad que va más allá de la razón?

Según Kevin Roberts en su libro Lovemarks, hay tres elementos que potencian una relación:

Z

El misterio.

Los cinco elementos que proporcionan el misterio necesario para construir una marca magnética son:

 

  • Cuenta historias: Cuenta una historia que explique porque tu marca es especial.

 

  • Usa tu pasado, presente y futuro: Combina las lecciones del pasado y la dinámica del presente para crear el futuro.

 

  • Despierta los sueños: Muéstrale a tu público que entiendes sus deseos y puedes hacerlos realidad.

 

  • Cuida de tus mitos e iconos: Piensa en Cruz Roja, Hello Kitty o los personajes de M&M´s, tú también puedes tener algo inconfundible.

 

  • Usa tu inspiración: Inspira a tus clientes con ideas frescas y oportunas.
Z

Sensualidad.

Los sentidos son la vía más rápida para llegar a las emociones humanas.

Los sentidos hablan a la mente en el lenguaje de las emociones.

Vista, oído, olfato, tacto y gusto…

Los sentidos nos hacen recordar quienes somos y lo que nos resulta conocido y seguro.

Si encuentras una conexión entre tu marca y cada uno de los cinco sentidos, podrás establecer las prioridades sensoriales de tu marca.

Suma, estimula al mismo tiempo al menos dos sentidos; sabor más textura, vista más sonido, olor más sabor…

Z

Intimidad.

Necesitamos cercanía, confianza… Intimidad.

Para generarla tenemos que escuchar y hablar con nuestro público.

La intimidad supone una profunda comprensión de lo que le importa a la gente.

La intimidad tiene tres facetas muy diferentes:

 

  • La empatía, para comprender y responder a las emociones de los demás.

 

  • El compromiso, que demuestra que queremos una relación a largo plazo.

 

  • La pasión, la chispa que mantiene vivo el amor.

Una marca con estas características es invencible y aunque parezca patrimonio exclusivo de los grandes, en realidad no lo es.

Cualquier pequeño negocio puede llevar a cabo un proceso de branding que le conecte con sus clientes.

Un negocio pequeño está más cerca de su público, tiene la capacidad de conocerlo mejor, de relacionarse con confianza, de escuchar al cliente y hablar con él de tú a tú.

Piensa en pequeños negocios emblemáticos de tu ciudad y en por qué son tan queridos.

¿Y si empiezas a aprovechar la oportunidad que te brinda estar cerca de tus clientes y trabajas tu branding?

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